El domador

Un hombre hilaba un hilo, de una delgadez inexistente, nunca visto, hilo a hilo formó un filamento, días tras día, año tras año se convirtieron en cientos de miles de filamentos de hilos, finos, inertes…

Durante años El Domador que todo lo había domado (dicen que incluso bestias no conocidas) había abandonado toda tarea, se decía que nada le quedaba ya por lograr, y que por eso callaba, parecía haber enloquecido, sólo hilaba hilos, los más finos conocidos por el hombre, tan delgados que sólo un gran domador podría domesticar, invisibles nadas que procreaban y parían otros filamentos ya no invisibles, sino casi visibles.

Hilaba hilos, construía filamentos, tejía su presente día a día, año tras año, y siempre miraba el cielo y sonreía, como si algo lo esperara, nadie comprendía, dejaban al viejo loco encargarse de la tarea que tan feliz parecía hacerle, hilar, hilar, hilar, sonreir y mirar el cielo.

Las hazañas del domador habían dado la vuelta al mundo, de todos los rincones acudían a visitarlo, jóvenes aprendices y experimentados cazadores querían aprender, pero el no hablaba, sólo miraba el cielo y sonreía como cuando un río habitualmente seco desborda de rico oro, hablaban por él sus hijos, sus amigos, narraban las proezas de las bestias y seres domados en su vida: que si los tigres rojizos que habitan en las copas de los árboles, que si los mastodónticos elefantes trepadores, que si las aves gigantes marinas, o cuando estuvo a punto de morir charlando con una hiena asesina del desierto durante ocho días seguidos y al final consiguió domarla tan sólo con su palabra.

Hilaba hilos, construía filamentos, miraba al cielo y sonreía.

Un día el domador desapareció. Una nube se lo llevó, se lo vio luchar arrastrado por la única red que podía atrapar una nube, hecha de millones y millones de hilos tan finos como lo invisible, tan etéreos como el aire, se sabe con certeza que sonreía.

Nunca se supo si el domador consiguió amaestrar las nubes pero cada vez que una tormenta amaina se le ve a lo lejos, como una visión, quien sabe si arrastrado o arrastrando las nubes lejos, controlando lo incontrolable, sonriendo…

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