Archivo por días: 08/08/2012

Lo importante de aprender a decir

Y dijo Dios “hágase la luz”, entonces, ¿qué fue lo primero?:

el verbo, la palabra.

En algunos idiomas del sud-este asiático no existe el tiempo verbal pasado o futuro, sólo el presente.

La palabra paraíso proviene de un antiguo vocablo persa que significa literalmente “construir alrededor”.

En hebreo no existe el verbo “tener”, en su lugar se utiliza la forma “iesh li”, literalmente “hay para mí”.

En italiano extrañar a alguien se dice “mi manchi molto”, traducido “me faltas mucho”.

Cuanto control obtendríamos sobre nuestra mente si midiésemos cada palabra pronunciada, cuanto sufrimiento evitaríamos al prójimo. No hay que olvidar que las palabras son ondas, ondas conscientes de energía, energía real y tangible, lo que decimos y lo que nos es dicho nos “afecta”, porque la palabra está hecha del mismo material que la materia, es el “milagro” de convertir las ondas de energía pura (el ladrillo de todo), en algo que puede llegar a dolernos, o llenarnos de amor.

Ahora hagamos de todos los idiomas uno solo, mezclemos todo esto un nuestra realidad cotidiana, pensemos en UN lenguaje humano, no español, o ruso o mongol, etc…

Tomando los ejemplos anteriores imaginemos vivir un “aquí y un ahora” constantes, sin el peso del pasado, sin lo incierto del futuro, esto se aproxima mucho a la plenitud, a la tranquilidad de estar atento a cada instante, y saber apreciar cada segundo como único. En occidente tendemos a definir erróneamente el pasado, el presente y el futuro como entes separados, y hasta la ciencia ya sabe, en términos cuánticos, que el tiempo es ilusorio, existe en realidad una especie de “todo al mismo tiempo”, y al interpretarlo mal, estamos gastando energía, y sobre todo sentimientos de una forma innecesaria e improductiva.

El paraíso no es un lugar, un premio, una leyenda, un futurible, un cuento, es algo más real, es saber construir alrededor nuestro, saber amueblar en nosotros todo lo que nos hace felices para llevarnos a nuestro éxtasis, y sólo en nuestro éxtasis podremos llevar el paraíso a los demás. Lo definieron perfectamente bien los místicos cristianos cuando decían “el reino de los cielos está en ti”.

Cuán necesario es tomar conciencia que en esta vida nada en realidad nos pertenece, porque todo es de todos, todo es un todo, las cosas «pueden ser” para nosotros, pero nada “es” nuestro, tu cuerpo físico sin ir más lejos (como siempre me decía un guía espiritual que me enseño mucho) es tan sólo un coche de alquiler. Asumiendo de corazón que nada nos pertenece olvidaremos el ego, el egoísmo, la posesividad, la dominación.

Saberse libre de todo es ser libre.

Todo está conectado, los padres a los hijos, los amigos, los amados, etc… sentir pena o dolor por las ausencias y las pérdidas es precisamente perder una parte de nosotros, es sentir que “algo nos falta”, por eso decimos que nos “duele”. La vida es una sucesión hacia la plenitud, es decir, a llegar a estar completos, perdiendo una pieza es muy complicado, o imposible completar nuestro puzzle vital.

La palabra construye, es el puente entre el pensamiento y la acción, el paso “mágico” de lo intangible a lo tangible.

Definiendo las palabras que pronunciamos cada día nos definimos a nosotros mismos, y concretamos como vemos y sentimos todo lo que nos rodea, conociendo el poder de las palabras conoceremos las capacidades creadoras o destructoras que habitan en nosotros.

La palabra entonces es algo sagrado, sanadora y/o exterminadora, de ti depende, piensa en esto cada vez que hables mal de alguien, cada vez que digas de corazón “te quiero”.

El lenguaje es la definición de nuestras vidas, y como a nuestras vidas, debemos cuidarlo como un tesoro, quizás incluso volver a aprender a hablar.