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¿Quieres cambiar? ¿Puedes cambiar? La visita del murciélago

Anoche se presentó en mi habitación, majestuoso, imponente, no era «un murcielaguito», creedme, era muy grande. En aquel momento estaba mirando un documental sobre la cueva de los Tayos, y en un momento clave de mi pensamiento y del documental irrumpió desde la ventana que llenaba de luz de luna mi cuarto. Claro que me asusté, salí fuera como un resorte (que increíble ese instinto de supervivencia que tenemos), me senté en la terraza bañado de luna, mirando como volaba dentro de un lado a otro, se colgaba de las vigas boca abajo (juraría que mirándome), descansaba, y seguía dando vueltas sobre mi cama, como diciéndome «sal ya de la cama, es hora de moverse». Leí su significado (sí, creo en los símbolos y señales) y coincide con algo que llevo días reflexionando profundamente: ¿podemos cambiar?, me explico: dentro nuestro, muy dentro existe una voz de lo más sincera (creo que el 99% la escuchamos o intuimos, otra cosa es hacerle caso) que sabe muy bien cuando la cagamos, cuando contestamos mal a alguien, cuando continuamos con hábitos que sabemos no son buenos para el cuerpo y la mente, etc… Yo llevo tiempo prestando más atención a esa voz, y hacerle caso es justo de lo que habla el simbolismo de este animal, cuyo significado es el de «muerte chamánica». El candidato a chamán debe desprenderse de todos los anteriores conceptos que tuviese acerca de su yo. Simboliza la necesidad de llevar a cabo la muerte ritual de alguna característica de tu vida que ya no encaja con tu nueva forma de crecimiento. Así de lógico y sencillo: no nacerá nada nuevo en tu vida si no afrontas la muerte de lo viejo, ese proceso es difícil y doloroso, conlleva inevitablemente un sufrimiento más parecido al de un parto que al de una herida.

Claro que cambiamos, ¡imagina pensar igual que cuando tenías 7,13, 20, 30 años! Lo que pasa es que siempre nos quedan resquicios del pasado, hábitos, pensamientos recurrentes que con la edad se hacen cada vez más difíciles de transformar. Pero tenemos un maravilloso «cerebro plástico» que hay que activar. No dejan de maravillarme las religiones pre-cristianas y chamánicas, poseen una carga de sabiduría que aúna lo psicológico, lo físico y lo espiritual. Creo que nuestras sociedades occidentales han derivado mucho hacia la psicología «mental/física» olvidando lo importante del cuidado corporal y lo trascendental de lo espiritual. La educación regular no trata estos temas, las viejas terapias surgidas en el siglo XX no ahondan en esto. Ayer me sorprendí nuevamente al leer las pruebas a las que tiene que someterse un chamán, o quien busque un equilibrio «mente-cuerpo-espíritu»: soledad durante días en la naturaleza, a veces se consumen «medicinas» que abren la percepción, ayunos, enterramientos, bailes, tambores estridentes, respiraciones y meditaciones profundas, llevar el cuerpo al límite, rezos, cantos, todo un largo y complicado proceso que además imita mucho a la naturaleza. A mi, personalmente, esas terapias me resuenan mucho más que sentarme frente a un psicólogo a hablar (sin por supuesto menospreciar la psicología), sólo que creo que hablando, sentado, usando un lenguaje formal se dejan de lado otros aspectos que mas arriba mencioné (espíritu y físico). Por eso este resurgir de tanta gente siguiendo «el camino rojo», tomas de «medicina», más gente que medita, hace yoga, alimentación consciente, etc… porque estamos entendiendo desde occidente que la mente/ego no basta, que la trasformación, el crecimiento y la trascendencia pasan por prestar atención a TODOS los aspectos de nuestra vida, no sólo la mente. Y después de que cada uno de nosotros se encuentre a sí mismo en ese camino, cuando cada individuo sea plenamente consciente de su ser, trascenderemos de lo individual al colectivo, y ya sin ceguera caminaremos juntos, unidos por esa red en la que todo y todos estamos conectados, para al final trascender.